Parece que fue ayer cuando llegaste al mundo, en tu Sevilla natal, tan pequeño, frágil y amoroso que cabías sobradamente en los brazos de tu madre, susurrando o gritando cuando tenías hambre o frío; y, ahora, ya estás en tercero de infantil aprehendiendo todo cuanto te rodea y te llama la atención, con una facilidad pasmosa. ¡Juande, tu maestro, tiene sumo mérito…! Eres traviesillo y locuaz y no paras en todo el día de hacer gracias, y, por qué no decirlo, algún que otro desacierto, como debe ser en cualquier niño de tu edad que se precie…


Vuestras relaciones fraternales se van forjando día a día con vuestro vivir dinámico cotidiano y ese mimetismo que tienes para imitar a tu hermano en todo es recíproco. Aprecio que tienes alma de líder…
Hace unos días (concretamente, el 21 de septiembre, sábado) celebramos, en el Alamillo, tu quinto aniversario con amigos y compañeros de tu clase, acompañados de sus padres, madres o hermanos. Pasaste (pasamos todos) un día inolvidable, pues -incluso- asistió tu amiga Marina, a la que le tienes especial cariño y afecto y con la que te citas en los recreos siempre que puedes… Estuviste toda la tarde jugando, correteando y divirtiéndote de lo lindo con todos tus amiguitos, disfrutando con los viajes en coches de pedales, como colofón, ya que nos recordaron nuestras estancias veraniegas en Torre del Mar y sus largos recorridos por el concurrido paseo marítimo…


Antes (el jueves 19, que fue el día de tu nacimiento, a las once y media de la noche) lo celebramos en familia, casa de la ía (abuela materna, en tu argot y en el de tu hermano, pues desde que empezaste a hablar nos llamaste íos a los abuelitos, otra idiosincrasia característica tuya, inventando palabras de tu gracioso vocabulario). Allí fue donde soplaste por primera vez la tarta de tu aniversario, aunque repetimos la toma unas cuantas veces, como en el cine, pues te divertía sobremanera aquello y eres un lince para hacerlo el primero, sea o no tu cumpleaños o santo, con esa picardía y presteza que te caracterizan.
Siempre has sido un niño simpático, alegre y espontáneo que desde bien pequeño te soltaste a hablar muy claro, pues, como bien recuerda tu mamá, ya, con cinco meses, hacías tus graciosos pinitos bucales para imitar nuestra parla.
Ha pasado el tiempo volando y me temo que a tus próximos años les va a pasar lo mismo: que apenas nos va a dar casi tiempo -con el tráfago actual de la vida- de paladearlos y disfrutarlos concienzudamente. ¡Haremos propósito de enmienda!


Ya marchas a la escuela, todos los días, con alegría y buen humor, bien de la mano de mamá, papá o mía, bien con tu cochecito de juguete (al igual que tu hermano) para que haga el largo recorrido por las paredes de las calles que son tu circuito preferido; otras veces vas montado en tu bici sin pedales (siempre con el casco), pero que coge la velocidad de crucero hasta que casi alcanza la de Abel, con su bici de persona mayor, y que nos lleva con la lengua fuera todo el camino… Él ya se da un arte en anclar ambas bicicletas junto al cole, que más parece una persona mayor… Es un placer indescriptible llevar tu aterciopelada y menuda manita enganchada a la nuestra e ir contándonos, por el camino, las mil y una anécdotas que te pasan en el cole, en el patio, en el parque de la Alameda, etc.; o las innumerables preguntas que se te ocurren con tu gracioso hablar.
Lo mismo haces, a la hora de dormirte, con tu madre y hermano. Te pasa como a Abel: nunca ves la ocasión de acostarte, por cansado que estés, y lo tuyo es jugar y perderte en tu especial escondite del dormitorio, para que te busquemos y te sientas satisfecho de lo que tardamos en encontrarte… ¡Qué edad mágico-simbólica, tan bonita, en la que te encuentras! Si yo tuviese tiempo (pero, como buen jubilado, no lo tengo) podría escribir un libro. Saldría muy jocoso y divertido, palpando tu candidez e inocencia y mostrando tu especial visión de la vida, con los pocos añitos que vas teniendo aún y lo divertido y empático que eres…


Como buen niño te encantan los juegos, tanto con tus amigos, en el patio o parque, como conmigo, cuando estamos en casa. Lo último que más te gusta y divierte es que juguemos a las pelotas. Hay nueve preparadas para tal efecto, lanzándolas yo, tanto a ti como a tu hermano Abel, para que intentéis esquivarlas, pues si os tocan tenéis que encerraros en la mazmorra del castillo de casa, que es cualquier rincón del pasillo; aunque has descubierto, pillín tú, que te puedes escapar, ya que posees la llave mágica que la abre y que no es ni más ni menos que tu propia voluntad o deseo, aunque siempre pides ayuda a tu hermano para que te libere (tocándote en la mano); lo mismo que lo hace él contigo, con gran regocijo y risas por ambas partes… Últimamente, todos las noches y por las mañanas, antes de ir al cole, es vuestro juego más divertido y preferido. Otras veces jugamos al Monopoly (o a otro juego de mesa), puesto que ya vas comprendiendo el valor del dinero del papel y de la compra de calles, casas u hoteles… ¡Cómo te gusta ganar siempre; si no, te cabreas…! Ah, para cuando vais viajando en coche, tu madre, en buena lid, ha dejado allí un juego de mímica que os encanta a ambos y hace más llevadero el viaje sin llantos, peleas ni agobios…
Te encanta hacer de carrillo de mano, andando con tus dos manos y cogiéndote yo las piernas, para ir vendiendo agua o lo que se tercie, como hacían antiguamente los aguadores en Úbeda y supongo también que los de Sevilla, todas las mañanas por tu piso, tras el duro despertar diario… Tu hermano, que pesa bastante más, pues tiene ocho añitos, también le gusta practicar este deporte y otros, como el baloncesto o balonvolea, en el largo pasillo de tu casa; incluso jugamos al fútbol, para ganarme, últimamente, casi siempre. Ya pasaron los tiempos en que yo, casi siempre, era el ganador, porque ambos estabais aprendiendo esos juegos o deportes. Ahora, siempre queréis ganar y lo conseguís, ansiando sentir –continuamente- el suave y reforzante placer de la victoria, como cualquier niño de vuestra edad…


El que te cuelgue como los jamones serranos de la sierra es otro juego que te pirra…; lo malo es que tu hermano (que pesa el doble que tú) también quiere libar de ese juego y mi espalda cada vez está más chonga y envejecida… ¡Qué bonita la fase de la vida en la que os encontráis, tanto tu hermano como tú, en la que todo se ve de color de rosa y en la que hay tanta confianza en que vuestros padres, maestros o abuelos seamos los magos solucionadores de todos los problemas y caprichos que se os presenten!


El pasado domingo fuiste protagonista directo de una anécdota súper graciosa, por su espontaneidad y certeza, según tu infantil entender y proceder. Fuiste a misa con tu hermano Abel, que este año va a hacer la primera comunión, juntamente con tus padres, a la parroquia de San Marcos, a las ocho de la tarde. Pues bien, cuando llegó la hora de la comunión quisiste ir al altar de la mano de tu padre, para que éste la recibiera. Cuando estuviste ante el sacerdote y éste pronunció las palabras de rigor: «Cuerpo de Cristo», tú exclamaste, sin pensarlo, alto y claro, lo que se te pasó por tu mente: «¡Qué asco, se ha comido el Cuerpo de Cristo…!», que resonó en toda la iglesia, tanto que algunos de los que acababan de comulgar se aguantaban la risa como podían, porque no era para menos… Y es que si lo piensas bien: comer un cuerpo a palo seco, aunque sea de Cristo, se las trae… ¡Tienes unas salidas…!


Este año por empeño de tu querida mamá estás aprendiendo a nadar y vas todos los martes a la piscina para ello. Menos mal que te gusta y te hace ilusión. Y como a tu hermano le ha dado envidia, se ha apuntado también, y estáis deseando que llegue ese día de la semana para disfrutar de lo lindo con este deporte que tanto os llena. Es gracioso veros, en la piscina climatizada, desde la habitación de arriba, lo bien que os lo pasáis. Tú, todavía un tanto temeroso en estos primeros días de aprendizaje, mas siempre agarrado a tu querida monitora, mientras tu hermano ya va haciendo un montón de largos de la piscina con una solvencia de campeón. Y pensar lo que lloraba cuando fue por primera vez a aprender a nadar y lo buen deportista que nos está saliendo. ¡Vivir para ver!
Tu presencia de nieto (como la de tu hermano) es un regalo del cielo, que nos ha llegado completamente gratis. Sois sangre de nuestra sangre. Estoy seguro que estos dos amores nuevos han venido para compensarme de los achaques de la vejez que, por desgracia, ya van llegando lenta e inexorablemente…
Cuando estoy contigo (y con Abel) me siento tan feliz que mi corazón estalla de gozo al abrazaros o besaros. ¡Siempre daré gracias a Dios por vuestra proverbial presencia…! Lo cual no quiere decir que cuando os ponéis tontos y peleones (como par de hermanos que sois) no me enfade o me hierva la sangre y quiera que paréis esa conducta. Son la cara y cruz del comportamiento humano, en general, y del vuestro en particular; por lo que tenemos que modelaros para que el día de mañana seáis unos hombres de provecho que sepáis mirar para atrás y ser agradecidos a la familia, especialmente a vuestra madre, que os acogió con los brazos abiertos desde que llegasteis a este mundo y que lo seguirá haciendo siempre, mientras viva. ¡Un amor de madre nunca se podrá pagar con dinero…!
Sevilla, 7 de octubre de 2024.
Fernando Sánchez Resa


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