Quién me iba a decir a mí que a mi edad, como jubilado glorioso y trabajado, iba a apuntarme de oyente a las clases de patchwork que mi esposa recibe en Valencina de la Concepción, todos los miércoles por la tarde, memorizando y comprendiendo múltiples y variados términos de este arte (que muchos son en inglés), como sempler; log cabin, el sendero del borracho, el compás del marinero, la estrella de Ohio, la rosa del desierto… (que son nombres de bloques que forman el sempler), que -cuando los conoces- te das cuenta de que es labor de artistas consumadas, además de admirar sus preciosos y elaborados trabajos, aprendiendo siempre muchísimo y por doquier de este grupo de mujeres, cuyos temas cotidianos de conversación, mientras trabajan y se divierten, siempre son mucho más interesantes y jugosos que los que tocamos normalmente los hombres cuando nos juntamos en cualquier reunión o bar (salvo honrosas excepciones, que las hay), pues nosotros solemos hablar, principalmente, sobre cuatro monotemas: sexo, política, fútbol y mili; y para de contar…
Por eso, como hoy finaliza el primer trimestre del curso 2024-2025, no hay mejor excusa que juntarnos para comer y celebrarlo en la Bodega “El Chispa”, como ya el año pasado hicimos, este especial grupo, a quien la maestra ha titulado en su WhatsApp, jocosamente y con acierto “A Faratá” (A desarmar, que es la traducción del sevillano puro al castellano llano; ya sabemos que cada región, provincia e incluso localidad o comarca española tiene su propio idioma o argot, ahora que estamos en plena reivindicación de ellos por la ola nacionalista que nos envuelve y ahoga).
Acabo de llegar al bonito y acogedor chalé de nuestra querida maestra, tras el ágape, y me pongo a rememorar el buen rato que hemos pasado el grupo de patchwork compuesto -este curso- por Menchu, Conchita, Mari Carmen, Adela, Inma, Margarita y yo, y al que se ha agregado -esta misma tarde- la compañera Janet, a la que hemos acogido con los brazos abiertos y los saludos cariñosos pertinentes, comandado por la ínclita, inteligente y veterana Salud, que además de entender y saber mucho de patchwork, tiene buenos y hondos conocimientos de otros muchos temas, incluidos el de la convivencia (con su buena mano izquierda) y la salud, al ser consorte de Jose, médico jubilado, muy atareado siempre, que amará y sabrá mucho de medicina mientras viva, asesorándonos gratuitamente , en todo momento y lugar, a los que a él acudimos; por eso, cuando -a veces- llamamos a Salud para consultarle algo de cualquier tema, y, si es especialmente de salud, para hablar con su consorte, sobre alguna enfermedad o duda, que a nuestra edad cada vez son más abundantes, ella siempre contesta, con doble sentido, claro, según el eslogan: «¡Salud responde…!».
Como el buen rollo y las inmejorables resonancias pululan entre nosotros, cosa que ya preveíamos cuando salimos a las una y media de Sevilla con nuestro coche para llegar a Valencina de la Concepción a la hora apropiada, con el fin de hacer la prometida y oportuna comida de hermandad de fin del primer trimestre, como Dios manda, ya que se aproximan las fiestas navideñas que, todo hay que decirlo, van llegando cada año antes, en mi propia perspectiva y de la sociedad en que vivo, por la edad avanzada que voy cogiendo. Así, nada más entrar en el puente de la Constitución-Inmaculada, ya las luces exteriores de todas las ciudades y pueblos lo anuncian de forma multicolor para que quedemos iluminados y advertidos también en nuestro interior más íntimo.
Aparcamos nuestros coches junta a escuela de patchwork y nos fuimos andando, callejeando un rato por este inmaculado pueblo en donde los yacimientos de sus primeros pobladores datan de la Edad del Cobre, hace alrededor de 5000 años, que atestiguan la existencia de una sociedad avanzada que desarrolló monumentos megalíticos impresionantes y que hoy asombra a cualquier visitante que busca el origen de la vida en esta tierra fértil y soleada, gracias a su buena ubicación y clima, con temperaturas agradables casi todo el año, aunque hoy haga algo de fresco. Nos dirigimos andando a la Bodega “El Chispa”, en donde nuestra maestra nos había reservado una mesa en su interior, a pesar de que había algunos valientes que ya tapeaban o comían en el patio de entrada. Nosotros fuimos más precavidos.
El local es amplio y acogedor. Cuando llegamos, ya había otro grupo grande que celebraba algo instalado allí y alguna otra mesa sencilla ocupada. Descubrimos huellas y presencias de antaño, ya que fue bodega y fábrica de hielo. Así nos lo recordaba la profe, evocando sus entrañables recuerdos infantiles-juveniles cuando venía por aquí a comprar hielo para su casa.
Fuimos sentándonos tranquilamente en una mesa alargada, presidida por la veterana Menchu, en una de las cabeceras, mientras la otra quedó libre, pues esta vez opté por sentarme junto a mi esposa (como ha salido en la foto de grupo que nos hicimos), ya que me había guardado sitio y me parecía feo dejarla sola, en este trance, aunque bien acompañada.
La adelantada del grupo (Menchu), que vino en coche gracias a las coordenadas que le envió Salud (como puedes apreciar amigo lector, estas mujeres no se arredran ante nada ni ante nadie, aunque sea un avance tecnológico de última generación; son valientes y atrevidas como ellas solas, por eso el mundo es y será siempre de ellas).
Menchu, al ser la anfitriona y la más importante en esos momentos, se atrevió a pedir la comida la primera -y de una tacada-: tres tapas abundantes, como algunas de las que vienen en las fotografías, poniendo el umbral un tanto alto para el resto de los comensales. Lo que sirvió de referencia y repetido cachondeo del grupo y la profe…
Finalmente, solo dos más del grupo (Salud y yo) seríamos capaces de igualarla y tomarnos tres deliciosas tapas, pues el resto se quedaron en dos, ya que sus estómagos ya estaban ahítos, aunque eso sí, el postre para casi todas no iba a faltar. Siempre hay un huequecito en todos los que se precien para engullir un buen postre y, para más inri, si encima es casero, ¿quién se iba a negar…?
Pongo un catálogo fotográfico no todo lo exhaustivo posible para que quede constancia de la variada y sabrosa gastronomía que allí degustamos, con ganas del buen yantar que todos experimentamos, pues el hambre a esas horas siempre llama con insistencia a nuestro organismo. Los montaditos de calamares, las migas con huevo frito, las riquísimas croquetas, la carrillada ibérica en salsa, el soldadito de bacalao, las inigualables alcachofas, etc., con solo verlas ya alimentaban y bien que entraban por los ojos. En la bebida todos fuimos bastante modestos y morigerados. Había que dar la clase después y, luego, volver cada grupito conduciendo a Sevilla, por lo que el alcohol no queríamos que fuese el dominador de nuestras voluntades…
Las conversaciones fueron de lo más variopintas y chispeantes, por momentos, con fina ironía o cachondeo que fue la sal y la pimienta de esta reunión, aunque los oportunos y variados chistes de Margarita, con su buena memoria, no pudieron ni quisieron faltar.
Allí salieron a relucir las dificultades y grandes aciertos de los muchos trabajos ejecutados y llevados a buen término, acompañados de muchas alegrías y algún que otro trauma. Y de la comida y los kilos que algunos íbamos a coger con este opíparo y/o pantagruélico banquete.
Menchu fue la primera en ser servida con las dos primeras tapas, que no la tercera que tardó demasiado porque alguien se la comió antes; y los demás fuimos recibiéndolas como oro en paño, más el postre, dulce de rigor, que no todas pidieron, porque pudieron más el hartazgo o los kilos a coger. Por eso, alguna se abstuvo, pero como nos invitaron a todos a una ración de riquísima tarta de la abuela, casi todas sucumbieron a su dulce sabor, haciendo soñar y recordar a más de una a su propia abuelita que siempre le regalaba algún dulce o bombón para su deleite infantil…
Salieron a relucir batallitas personales contables para reír e incluso soñar con antaño. También estuvieron presentes las sabrosas y sorprendentes anécdotas de mis nietos Saúl y Abel, provocando sonrisas y carcajadas generales. ¡Qué abuelo puede abstenerse de contarlas con fruición y alevosía…!
Hubo conversaciones y recuerdos de todo tipo: se habló de las experiencias escolares donde se hicieron relación de los traumas, fobias o filias, incluidas las clases de labores del hogar que todas ellas, menos yo, tuvieron en su infancia o adolescencia…
Llegó la hora de pagar y la camarera tuvo el detalle de traerme a mí la cuenta, pues era el único hombre del grupo para que lo hiciese. Lo que me salvó es que, en este asunto (que no en otros) el nuevo feminismo imperante, contrario al acostumbrado machismo de antaño, se vio conveniente dividir a partes iguales entre los nueve comensales que nos habíamos dado el festín.
Janet, enriqueció al grupo con su simpatía y agrado, pasando por ser una compañera más que tuvo la deferencia -al despedirse primera- de felicitarnos a todos por estas ya próximas navidades. Lo que finalmente haríamos todos besándonos y abrazándonos con auténtica alegría y deseándonos suerte y salud hasta que nos veamos nuevamente el año que viene en este pueblecito tan acogedor. Yo, tras recoger en números redondos (con propina incluida) lo que cada cual tuvo que abonar, pagué con mi tarjeta de crédito, quedando como los propios dioses, siendo, sin embargo, un pagano de la parte alícuota que me correspondía, ni más ni menos.
Después nos volvimos a la clase dando un paseo por entre sus limpias y enjalbegadas calles para dar la última clase del año 2024, con la misma alegría -o más- con la que se han dado todas las de este trimestre y las que se consumarán en lo que resta de curso.
En este momento, ya en la última clase de patchwork del trimestre, están todas sumamente afanadas y silenciosas en sus respectivas labores, cosa que debo reseñar y resaltar esta tarde solamente, pues otras han sido más ruidosas y charlatanas. Hasta Jose, el marido de Salud, al entrar al salón se ha dado perfecta cuenta y lo ha comentado en voz alta, riéndonos todos…
Yo, como alumno oyente, no estoy aprendiendo demasiado de este auténtico “arte de los retazos” al que se le llaman patchwork, pero sí que estoy enriqueciendo mi vocabulario con palabras específicas del propio grupo, que nada más evocarlas, salta la carcajada o sonrisa, y que nunca se me olvidarán, a saber: poño, alborto, a faratá…
También adjunto trabajos de las componentes de este maravilloso equipo, en fértil miscelánea, para que quede constancia perenne de las buenas manos y cabezas que todas ellas tienen. Muchos de ellos ya lucen en sus respectivos hogares o en los de sus familiares, amigos o allegados como adorno especial (la mayoría de las veces regalados; así de dadivosas son todas ellas), que solo el que entiende de este tema lo valorará en su justa medida, sabiendo el tiempo, la paciencia, la sabiduría, las puntadas y sesiones que requieren y han consumido, siendo tan bien tutoriadas por la mejor profe del mundo mundial: Salud, a la que siempre estarán (estaremos) sumamente agradecidas.
¡Ojalá podamos celebrarlo muchas veces más y que todos los presentes gocemos de la salud e ilusión que ahora tenemos, por los siglos de los siglos!
La vuelta a Sevilla se nos hizo corta y entretenida pues nuestro horizonte estuvo marcado por el bello alumbrado de Sevilla en lontananza, ya que el anochecer se nos echó encima, mientras la Torre Pelli (o de Sevilla, como se le llama vulgarmente) diseñada por César Pelli, estaba vigilante -cual faro oceánico- para ser testigo de si pasábamos y veníamos contentos por su vera. Como así fue: con la alegría y el sosiego de haber pasado una velada tranquila, festiva e inolvidable.
El sueño reparador (que esa noche todos tendríamos) nos daría más claves para profundizar en lo que es la felicidad auténtica, que se consigue e incrementa con buenas amistades y las pequeñas cosas de la vida (que al final se convierten en grandes), observando cómo se nos pasa la existencia por entre las manos cual agua fresca del cercano río Guadalquivir…
¡Hasta el año que viene, queridas compis, si Dios quiere! ¡Que el año 2025 os sea muy dichoso y pleno de salud y proyectos…!
Sevilla, 11 de diciembre de 2024.
Fernando Sánchez Resa