Hoy me he despertado temprano y reivindicativa, y me he puesto a escribir casi convulsivamente, a pesar de tener ya más de noventa años, gracias a que me funciona el coco como un reloj bien ajustado (por ahora, y espero que por más tiempo). Por eso, quiero despertar tu conciencia, estimado lector o lectora (porque intuyo que tengo bastante seguidoras femeninas), al igual que me la han desvelado mis brillantes nietas universitarias, con las que tanto charlo y me ilustran, trayéndome a colación diferentes temas tan interesantes como el que a continuación explico.
Primeramente me gustaría animarte a que despertases tu conciencia por lo que te voy a decir seguidamente.
Para que se produzca el milagro de nacer, cualquier ser humano necesita: dos padres; cuatro abuelos; ocho bisabuelos; dieciséis tatarabuelos (se le llama chorno o chozno a un tataranieto o hijo de un tataranieto); treinta y dos trastarabuelos; sesenta y cuatro pentabuelos; ciento veintiocho hexabuelos; doscientos cincuenta y seis heptabuelos; quinientos doce octabuelos; mil veinticuatro eneabuelos; dos mil cuarenta y ocho decabuelos…
Es decir, que necesitamos las últimas once generaciones, con cuatro mil noventa y seis ancestrales, para que esté viva cualquier persona. Todo esto mientras van transcurriendo, aproximadamente, tres centenarios antes de que naciéramos cualquiera de nosotros.
Por favor, detente un momento y piensa, amigo y/o amiga: ¿De dónde salieron tantas personas? ¿Cuántas luchas y desencuentros han librado? ¿Cuánta hambre y miseria habrán pasado? ¿Cuántas guerras han vivido?, eso si nos referimos a los aspectos negativos de la existencia, puesto que habrá también muchas más cosas positivas que habría que recordar e incluir aquí, en este largo período vital; y por otro lado, ¡cuánto amor, cuánta fuerza, cuántas alegrías y estímulos nos han legado desinteresadamente todos nuestros antepasados!
¡Cuánto fuerza emplearon para sobrevivir cada uno de ellos, y a saber lo que tuvieron que hacer o evitar y todo lo que dejaron dentro de nosotros, para que hoy estemos vivos! Nunca les podremos agradecer lo suficiente toda esa donación inmensa que nos han regalado gratuitamente, pues solo existimos gracias a lo que cada uno de ellos ha pasado y vivido. ¡Todos somos uno!
Nuestra gratitud al pasado debe ser inmensa, por eso te animo a que despiertes tu conciencia y recapacites sobre el largo recorrido que tu inmensa familia hizo para engendrarte y darte a luz a este mundo maravilloso (a pesar de las pegas que les pongamos todos) con el que tan ingratamente muchas veces, por desgracia, nos comportamos…
¡Despierta tu conciencia ya y dale gracias a tu pasado! Seguro que tus descendientes, si son como tú (agradecidos especialmente) les merecerá la pena vivir una vida plena y tendrán en cuenta los eslabones tan importantes que forman su carnal cadena humana entre la que el eslabón más importante y próximo seas tú que me lees y que fuiste imprescindible para que ellos nacieran y siguieran el correlato de la vida para que sus futuros descendientes lleguen el día de mañana a este nuestro mundo…
¡Cuántas guerras habrán vivido!; por otro lado, ¡cuánto amor, cuánta fuerza para sobrevivir lo que cada uno de ellos tuvieron que soportar…!
Vivimos (cada ser humano que va caminando por la vida) de infinitas herencias genéticas, múltiples y pertinaces voluntades y bastantes o muchas renuncias. Solo existimos gracias a trescientos años de gratitud del pasado de nuestros ancestros. ¡Despierta tu conciencia y sé agradecido…!
Úbeda, 11 de septiembre de 2023.
Fernando Sánchez Resa