Cuando me refiero a una buena persona, varón, suelo acudir a mi poeta favorito, Antonio Machado, para remarcar que se trata de un hombre bueno, en el sentido machadiano del término. Y esta expresión se hace especialmente pertinente en Pedro Sánchez Cabeza.

Si la poesía sencilla, austera y profunda de Machado rezuma verdad y bondad, con la misma rotundidad pienso que en el estilo, la sencillez y la voz templada de Pedro se adivinaba un espíritu prudente, bondadoso e inteligente.

A menudo se repiten similares palabras laudatorias a la muerte de un ser querido, pero pocas veces se confirma en tan alto grado la justeza de estas expresiones. Porque Pedro era, ante todo, una persona cabal.

Nueve años conviviendo y confraternizando con él me otorgan el privilegio de haber conocido a un compañero, amigo, hermano, que ha demostrado siempre una bonhomía por encima de los límites que presidían nuestras relaciones de colegio.

Pero es que, además, Pedro era de una inteligencia callada, sin exhibicionismos. Su envidiable capacidad para el entendimiento de las Matemáticas, que, a veces, ponían en un brete a D. Diego Fernández, no mermaba en absoluto su dedicación a la pedagogía, la filosofía o la psicología, como demostraría más tarde en su vida docente.

Aún recuerdo, cuando éramos adolescentes, mi visita a su domicilio de General Pardiñas, en el centro de Madrid. Huérfano desde muy pequeño, su madre adorada tuvo que emigrar desde Lucena a la capital de España. Destino de tantos y tantos andaluces.

Y, ya en la década más reciente, nuestra mayor aproximación personal y familiar. Celebración de los cincuenta años de nuestra promoción de maestros de la SAFA, el viaje a Suiza junto a otros entrañables compañeros, y dos viajes a Madrid, con mi mujer, en los que nos sentimos halagados, atendidos y queridos, tanto por Pedro como por Tere, tan cariñosa, dulce y entregada a hacernos inolvidables nuestros encuentros. Descubrimos, sin duda, unos hermanos incondicionales y maravillosos, cuyo recuerdo endulzará siempre nuestra memoria.

Pedro, amigo, siempre te llevaré en el corazón.

 

Torre de la Horadada, 16 de julio de 2022 (Juan Antonio Fernández Arévalo).

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