«Todo está sucio», decía una turista el otro día por la calle Regina, en Sevilla. No hay posible limpieza por más Lipasam (empresa de limpieza de la capital del Betis) que haya, mientras falte el civismo y el razonamiento del ciudadano de a pie que prefiere tener perros en lugar de hijos; y, encima, no quita sus excrementos dejando que el resto de ciudadanos los pisen y se embadurnen en mierda…
Sabemos que el mal ejemplo abunda y basta con que unos pocos de los muchos propietarios de perros hagan eso para que nos tengan a todos los ciudadanos en jaque. Es lo que pasa siempre en cualquier grupo, si alguno de sus componentes sale díscolo y/o malafollá, apañado va el resto, si no se le pone freno a tiempo. Como le ha pasado a Putin que tras apoderarse de Donetsk y Lugansk, en el este de Ucrania, desde 2000 se produjeron los casos de Crimea, Transnistria, Osetia del Sur y Abjasia. O se le paran los pies o entra como Pedro por su casa en cualquier país europeo sin contemplaciones.
Es penoso y vergonzoso estar en el siglo XXI y en ciudades patrimonio de la humanidad como Sevilla, Úbeda, etc. y que sean esclavas de la moda actual de tener mascotas (mayoritariamente perrunas; y no cuidarlas ni educarlas debidamente), mejor que un ser humano. Vayas donde vayas has de ir vigilante, ya que puedes pisar una caca de algún perro que su maleducado amo no haya sido capaz de limpiar e, incluso, de mierdas humanas que se delatan por su volumen, color y olor; ¡ah!, y meadas por doquier, por más agua o detergente que le echen encima. ¡Una auténtica guarrería, vamos!
El otro día oí comentar a una dueña de una guardería sevillana que iba a tener que cambiarla por otra de perros, pues le sería más productiva y provechosa; ya que, según he leído, actualmente, hay tres perros por cada niño en España y, cada vez menos, la pareja se quiere embarcar en la atadura de tener un hijo. Prefieren una mascota que es menos complicada para el día a día y, en caso de separación o divorcio de la pareja, no es tanto el fiasco y el lío de repartir animales o bienes.
Si llevas un carrito de bebé o de la compra o simplemente caminas distraídamente (si no andas listo), te llevarás a casa los excrementos y su fétido olor y hasta podrás denigrar pasar por ciertas calles y/o no mirar fachadas o cocheras del centro histórico en donde los grafitis y los gamberros de turno las han convertido (muchas de ellas del extenso centro histórico de Sevilla) en auténticos estercoleros que nos hacen coger la fama que tenemos los españoles, en general, y los andaluces, en particular; puesto que presentamos unas urbes sucias e inhóspitas por más limpiadores que tengan.
Es fácil darse cuenta que los pueblos (en general) siempre son más limpios que las ciudades y, además, pierden menos patrimonio histórico, cultural o arquitectónico. ¡Cuanto más grande es la población, mayor anonimato hay en todo, siendo la destrucción de su patrimonio y el deterioro mayor e imparable!
Definitivamente, nuestra tarjeta de visita como país eminentemente turístico, con tanta suciambre y podredumbre, deja mucho que desear…
Sevilla, 26 de abril de 2021.
Fernando Sánchez Resa
Hola Fernando.
Cuando yo era un crío, entre los cincuenta y los sesenta del siglo pasado no existían las pintadas. Sí podían verse a la entrada de algunos pueblos lo de FRANCO AGUA o VIVA FRANCO. Nada más.
Cuando,en vísperas de la transición y durante, la efervescencia política alcanzó su clímax, sí empezaron a verse pintadas pidiendo amnistía, democracia,… e insultos y proclamas diversas. A veces unas sobrepuestas a otras. Fueron las campañas electorales las que empapelaron literalmente las paredes de pueblos y ciudades con carteles que permanecían años. Y así empezó todo.
Y luego el omnipotente bote de spray para poner lo que quisieras donde quisieras sin mirar ni el daño estético ni el económico. Y la izquierda aplaudía porque decían que eso era la libertad del pueblo.
Muchas gracias, Jesús (amigo safista), por tu buen complemento y apostilla a mi artículo.
Con personas como tú, bien leídas y doctas, nos enteramos de las razones y orígenes de esta guarrada de ciudades que actualmente padecemos sin que nadie mueva un dedo para ponerlas en valor positivo, limpias y aseadas cual novia recién casada…
No sé hasta cuánto tendremos que esperar su solución o si nos moriremos sin verlo, que es lo más seguro, por desgracia. ¡Siempre ganan los malos…!
Un abrazo