Una noticia fugaz, un titular en la radio el pasado 8 de marzo: “Un hombre se mutila el pene al paso de la manifestación feminista, en la Gran Vía de Zaragoza”. Lo primero que pensé es que nos hallábamos ante la primera inmolación por el dios feminismo, el primer mártir por la noble causa que empieza a polarizar a la Humanidad, obedeciendo al principio hermético. El Romanticismo vuelve, pensé. Y es que, con razón o sin ella, los hombres que se adhieren a la causa feminista aumentan en progresión aritmética, de momento; luego lo harán en geométrica y más tarde puede que exponencialmente: así crecen las causas y más en estos tiempos de emociones electrizantes.
Unos días después, leo en el Heraldo una ampliación de la noticia y las cosas no son como a mí me parecieron. Resulta que el hombre es un inglés, al parecer algo perturbado y la mutilación se produjo en su domicilio. Salió y después de sangrar por la calle, fue socorrido por la Policía Local y llevado al hospital donde se le reimplantó el pene mutilado tras ser recogido por la policía del cubo de la basura del afectado.
Pone los pelos de punta el conocer por El Heraldo que la causa original de “la inmolación” no obedece a ningún tipo de enajenación idealista sino a una de esas perturbaciones sociales que transitan por las “Redes Sociales” que gracias a los excesos propiciados por el ocio y las nuevas tecnologías generan comportamientos extravagantes que comienzan a convertir a esas redes en ANTISOCIALES. Parece que la policía investiga la posible llamada, a través de una APP, a grabar la mutilación.
¿Es posible que la mutilación de un pene inglés tenga un precio en este mercado de locos?
Pedro Mora Figueroa 13.3.19