Recordando a las Madres.

Permitirme que empiece haciendo una confesión. Una confesión muy personal. Íntima.
Yo, hacia mi madre sentía un gran cariño. Profundo amor. Como todos vosotros hacia las vuestras.
Hace muchísimos años que murió. Desde entonces, y con mucha frecuencia, me reprocho no haber sido más cariñoso con ella. No es que haya sido mal hijo, sinceramente creo no haberlo sido. Me reprocho el no haberle demostrado ese cariño con más asiduidad, hasta provocar que ella misma me hubiera llamado la atención y me dijera:
-“¡Ya vale pesado! ¡Estate quieto! ¡No seas tan besucón!”
De estos detalles te das cuenta cuando ya es tarde ¡Qué verdad es eso que dice: -“No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”! Sí, es en esos momentos de la separación definitiva cuando se corta del todo el cordón umbilical.
Cuando se nace se corta la unión con el alimento, ese alimento que te viene como un maná, se corta con la tranquilidad, con el confort del calorcito de su cuerpo, allí flotando en el líquido amniótico. Cuando se muere, el corte es con el cariño y el amor. Queda el recuerdo… y probablemente el reproche que yo me hago por no haber sido más zalamero y más expresivo. Por no haberla saturado a besos. Besos que ahora quisiera darle y que ya no es posible. Hice tarde.
Soy consciente de que esto que os estoy contando es cursi, muy cursi.
Sensiblero. Lo siento, pero es que es verdad lo que os estoy contado. Son mis sentimientos.
También quiero que esta tristeza mostrada encauzarla hacia la alegría de manifestaros que tuve una segunda madre en la que volcar mi cariño.
A muchos os sorprenderá esta confesión. Creo no haberlo comentado nunca con nadie. Sí, tuve una segunda madre. Y no voy a permitir un corte tan dramático para mí. Como madre me acogió con los brazos abiertos desde el primer momento. Siendo fuerte, y en algunas ocasiones dura, me dio todo su cariño. Me disciplinó y me formó. Y, llegada la hora, me echó del nido para que volara a mi aire.
Y volé…
…Y encontré a otra mujer maravillosa, a Conchita mi mujer, Hicimos nuestro particular nido y sacamos adelante nuestras nidadas.
Volviendo a mi segunda madre tengo el propósito de demostrar que mi cariño hacia ella no va a sucumbir a la rutina. Siempre estaré dispuesto a decirle: -“¡Te quiero! ¡Nunca te olvidaré! ¡Estoy orgulloso de haberte pertenecido!…” Y eso lo saben todos los que me rodean, o me han rodeado, a lo largo de mis primeros, y recién estrenados, 70 años.
Esta segunda madre es… es fácil imaginarlo, Las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, en mi caso las de Úbeda.
Por mil comentarios hablados con mis “hermanos de curso” sé que nuestras vidas, siendo muy diferentes, han llevado un cierto paralelismo, siendo, en muchos casos coincidente en el recuerdo permanente y agradecido a nuestra Segunda Madre, la SAFA. Alma Mater para todos y cada uno de nosotros porque el cariño que yo recibí de ella igualmente fue dado a los demás. A todos vosotros.
Os invito a que sigáis demostrando vuestro amor por esta segunda madre.
Acaba de cumplir 75 años. Desde luego que cambió desde su juventud a la actualidad; desde aquellos años de lucha heroica, no por su propia supervivencia en sí, si no de lucha por proteger y darle a sus hijos un porvenir mejor. Lucha que es desconocida por sus hijos pequeños y medianos, e ignorada u olvidada, o no valorada en sus justos términos, por muchos de los mayores. Ahora parece estar más fresca que una rosa, y si la miráis bien no le veréis ni una arruga. Desde luego que está más actual que este hijo suyo, que la adora, y que cumple 50 años desde que voló de este nido.
De todo corazón ¡¡¡VIVA NUESTRA MADRE SAFA!!!
Hermanos, que Dios os bendiga.

Por Temas